Hablar acerca del problema que tenemos y no de lo que nos pasa en
sí evita que tengamos contacto con nuestra situación e impide que
encontremos una solución.
Cuántas veces nos hemos encontrado
personas que se la pasan repitiendo la historia de su problema una y
otra vez, se lo cuentan a cada uno de sus conocidos, con las mismas
palabras y hasta la misma entonación, esa permanencia en el contenido
del relato nos dice que no hay consciencia ni introspección de lo que le
está sucediendo, el problema permanece tal cual. Olvidémonos que lo
repita para que alguien pudiera sugerirle algo -aunque no haga caso de
consejos- o de plano le quiera resolver el problema, en vez de ayudarlo
para que él mismo lo resuelva.
También están las personas que
creen que hablando sempiternamente de su problema equivale a un
testimonio de vida para que los demás eviten caer en lo mismo. Ahí es
cuando al problema se le "apapacha" más: se va vuelto en un estandarte
de una guerra fútil. En vez de vencer el obstáculo se hace del obstáculo
un estilo de servicio de vida. Creen que están haciendo un servicio al
mundo al sufrir y dar testimonio de ello, son las eternas víctimas de un
problema que tiene solución. Desde lo alto les ha caído ese problema
sin cura para darle un cierto sentido superficial a su vida.
Habrá
soluciones que llamen a la acción y otras a la no-acción (reflexión,
meditación, reorganización, trabajo interno), mas no a la pasividad.
Tomar consciencia de lo que nos sucede, lo que nos duele, nos da la
clave de lo que podemos hacer, aprender de ello y pasar a otras
experiencias más en nuestra vida. Conformarse con vivir con una
situación incómoda y solucionable no contribuye a mejorar nuestra
calidad de vida y al crecimiento personal. Bendiciones.
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